29.11.15

Compatibilidad

Cansada de esperar, me pareció que lo mas razonable sería que empiece a hablar yo primera. Empecé diciéndote lo mucho que te quería, como si eso fuese a cambiar algo en el carácter de lo que te dijera después o de tu reacción con respecto a eso. Como si no lo supieras o tuvieras alguna duda sobre eso. Como si nunca te lo hubiera dicho. Y no se como lo escuchaste vos, pero a mi me pareció que nunca te lo había dicho, nunca de esa forma al menos. Te hablé de mi futuro, de lo que quiero para mi vida y en que parte de ella entrabas vos. Te dije como me sentía en relación a la posición que ocupabas en  vida, que me daba miedo, pero seguridad al mismo tiempo. Miedo de que puedas sobrepasar algo que vengo deseando desde que tengo poder de decisión sobre la mayor parte de todos los aspectos de mi vida. Miedo de que seas mas grande que cualquier cosa que me pudiera imaginar. Miedo de que me cambies. Y seguridad de que sigo teniendo un corazón que se ve afectado por humanos y no simplemente por logros propios y hasta en algún punto egoístas.
Mi discurso fue medianamente breve, raro en mí, pero breve y conciso. Creo que entendiste todo y a la vez quisiste cuestionarlo todo, entonces te quedaste pensando un rato sin decirme una sola palabra. Por única vez en la vida, tu silencio no me impacientó y fui a preparar café. Cuando volví tenías una expresión poco habitual en vos, estabas como enojado y resignado a la vez. Te di la taza con café sin siquiera preguntarte si querías o no, pero la aceptaste sin preguntarme tampoco como lo había preparado. "Más leche que café y tres de azúcar" me dijiste otras veces, como si no lo supiera o como si tuvieras miedo de que no me acordara. Ahora, no dijiste nada y agarraste la taza como si fuera lo que le faltaba a tu mano desde hace rato.
Me senté sin mirarte, subí los pies al sillón y sostuve la taza con las dos manos mirando la tele apagada que teníamos enfrente. Por el reflejo borroso, vi que me estabas mirando y cuando gire la cabeza para mirarte decidiste empezar a hablar. No empezaste diciéndome que me querías como yo, empezaste con algo así como un deseo bueno hacia mí y hacia todo lo que yo quería en la vida. Hablaste de las cualidades positivas que tengo que me podrían llevar a donde quisiese y terminaste diciendo que creías que no entrabas en todo eso que yo tenía planeado. Que no podías aceptar entrar en eso de la forma en la que yo te lo estaba ofreciendo. Que nunca querrías, ni intentarías cambiarme y te quedaste callado, sin un "te quiero", sin ni una palabra que exprese tus sentimientos hacia mí.