Lo atractivo
o interesante de las metáforas es que no tienen forma definida. Adoptan la
forma que cada uno quiera asignarle. Hay un núcleo que es constante, pero el
grado de importancia de los hechos que se definen por una, varía cada vez que
se la emplea en una conversación. No es lo mismo “remarla” porque no estudiaste
lo suficiente para un examen y no podes evitar rendirlo, que remarla porque tu
mamá se enojó y necesitas que se le pase porque si no, no vas a ver a tus
amigos el fin de semana; tampoco es lo mismo remarla cuando te gusta alguien y
la persona no está interesada; o remarla si sos abogado/a y tenés que
demostrar que alguien es inocente sin las pruebas suficientes; o remarla cuando
pasaste por una drogadicción y luchas contra eso todos los días.
No es lo
mismo, definitivamente no lo es, pero se lo define con el mismo verbo. Porque
“remar” ¿qué es? Google, da dos definiciones: “Mover los remos en el agua para hacer avanzar una embarcación” y “Trabajar con gran afán en una cosa”. La
primera, se asemeja al concepto literal que llevo en mi cabeza, asociado a un
bote. La segunda, podría definir la metáfora, pero no lo logra completamente.
Porque hay que contemplar que cuando se rema en el agua, se está yendo en
contra de la misma para avanzar, sin tener en cuenta si se va a favor o no de
la corriente, e ir en contra de esta implica un mayor esfuerzo. Pero remarla en
la vida siempre significa ir en contra de la corriente. Sin querer, introduje
una nueva metáfora que bien podría ir de la mano con la que quiero desarmar,
pero trataré de poner el foco en lo importante. Remarla, en cualquiera de los
casos que mencioné antes o cualquier otro posible, requiere de un esfuerzo
mayor al que usaríamos habitualmente para pasar por una determinada situación.
Si hay que remarla es porque algo no funciona orgánicamente en la acción que
estamos llevando a cabo. Significa que algo previo al momento de remarla, no
funcionó como debería para que no tengamos que vernos obligados a remarla. Porque
es así, cuando se rema es porque hay que hacerlo. Si podemos decidir si hacerlo
o no, es porque no es fundamental como cuando queremos que la embarcación
avance en el agua. Si estas en el agua, querés que el bote avance, hacia donde
sea, pero que avance, no es una opción flotar esperando que la corriente nos
lleve. Y cuando la remamos en la vida es porque no queremos que la corriente
nos lleve.
¿Cómo
diferenciamos el nivel de compromiso o dificultad que poseen los momentos en
los que “la remamos”? Definiendo la sustancia en la que se lo hace. “La estoy
remando en dulce de leche”. Nunca nadie remó en dulce de leche porque no existe
socialmente como actividad y sin embargo, todos entendemos qué significa la
frase. La mayor parte de la gente que alguna vez uso la expresión, probablemente
jamás haya remado ni un kayak en su vida, como es mi caso, pero aun así, todos entendemos
que significa y podemos imaginarnos la acción. El esfuerzo que implica o
implicaría en el caso del dulce de leche, es completamente imaginable. Y
retomando lo que comentaba al principio sobre las metáforas, me resulta un poco
inquietante que sean tan concretas en su decir, tan explícitas en su
literalidad, pero a la vez tan poco realizables en el mundo físico. Me preguntó
¿por qué no son realizables? ¿Por qué elegimos definirnos con cosas imposibles
o alejadas de lo verídico? Teniendo en cuenta que lo verdadero son las cosas
materiales que forman el mundo.
Después de
remar en el agua, se llega a destino o se completa una vuelta en un circuito de
competencia. En la vida, remar a veces no tiene punto final y hay que remar sin
parar. Como en el caso que antes mencionaba sobre una persona adicta que logra
salir de ese estado. Lo logra, como si emergiera a la superficie después de
haber tocado el fondo, pero si no rema, o no nada, porque los remos de un bote
se pueden comparar con nuestros brazos cuando nadamos, corre el riesgo de
volver a hundirse, o si se encuentra en un bote, corre el riesgo de que lo
lleve la corriente. Ahora, la metáfora le gana a la realidad, porque no podemos
comparar el nivel de esfuerzo que implica remar muchísimos kilómetros, con
remarla todos los días de tu vida para seguir conservándola.
Si me
pusiese a hablar del tema con alguien que rema, porque practica canotaje o
porque tiene una canoa, o porque vive en el río, probablemente encontraríamos
similitudes y diferencias en el remar una embarcación a remar en la vida. Pero
se me ocurre que tal vez, personas así no serían de las que usan la metáfora
habitualmente, porque encontrarían más diferencias que similitudes entre los casos.
Porque ellos sí conocen lo que es remar dentro del campo de lo material, físico
del mundo. Entonces puede que se les dificulte elevarlo al plano espiritual en
el cual le damos uso a la metáfora. Y reafirmo lo interesante que tienen las
metáforas que decidimos implementar de la forma en que lo hacemos, justamente porque
no las llevamos a cabo en su literalidad. Así que me da pena que puede que
quienes reman en el agua, no remen en la vida, sino que simplemente se
esfuerzan por llevar adelante situaciones difíciles. Porque utilizar metáforas
para definir algo nos alivia, le quita peso a la acción que estamos llevando
adelante, pero le suma significación. Tal vez todo esté relacionado con el alma
que poseemos los humanos, pero para la cual todos tenemos diferentes
propósitos.
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