31.8.17

Vivimos y así sentimos.

Siempre somos responsables de nuestros actos. A veces en mayor o menor medida, porque los factores externos que nos atraviesan pueden influenciarnos sin aviso previo. Pero la responsabilidad no se disuelve por hacer responsable a algo o a alguien más, en todo caso puede ser un asunto compartido. Hace unos días, discutía con una amiga ¿cuanto poder de decisión consciente tenemos realmente en el momento de actuar? Ella me decía que el contexto te condiciona a tal punto, que no te deja elegir. Yo sostenía que el contexto es sumamente importante, pero que la ultima instancia antes de hacer, dependía exclusivamente de nuestras elecciones. Hoy pienso que no se puede pensar a las personas tomando decisiones por fuera de un contexto, o al contexto abarcando todo lo que comprende el accionar. Persona, contexto. Contexto, persona. Como seres sociales, es imposible que nos pensemos por fuera de un contexto, pero tampoco podemos responsabilizar a este ente abstracto de todos nuestros males. Sobre todo porque elegimos nombrarlo cuando las cosas no pasan como queremos. Porque si todo sale acorde a lo imaginado o esperado, nadie se pregunta por el contexto, ni por nada. Es el malestar el que nos lleva a cuestionarnos, a repreguntarnos, a indagar en lo desconocido. No te escapes. No te escondas. No te engañes. Porque te pueden alcanzar, porque te pueden encontrar y porque las mentiras son temporales. Siento dolor. Siento enojo, desilusión y amor. Así, todo junto, porque los humanos somos especialistas en crear redes, conectar caminos y vivir contradicciones. Todo esto va a pasar y se va a convertir en un mal recuerdo y nada más. Hoy dudo de que pueda llegar a recordar con cariño los buenos momentos, porque se esfuman y se convierten en preguntas con cada pequeña mentira que voy descubriendo. ¿Por qué mentimos? ¿Quién inventó la mentira? ¿Qué nos seduce de ocultar la verdad? ¿Nos hace sentir poderosos? ¿Por sobre qué, por sobre quién? ¿Qué nos brinda ese poder? No importa cuanto nos complazca el engaño, nada vale más que la verdad. Nada es más poderoso que la verdad. Cuando me encuentro preguntándome por qué o para qué tal o cual cosa. ¿Qué necesidad nos lleva a los lugares donde estamos? ¿Actuamos por necesidad? ¿Elegimos en base a necesidades? Siento que el mundo se me presenta desconocido, porque no suelo poder responder a esas preguntas. Un mar de posibilidades podría encajar perfectamente en cada una. Porque así tiene que ser. Porque así se aprende. Para que te repreguntes que lugar querés ocupar, en donde y con quién. Para que conviertas tus debilidades en fortalezas. Era necesario que se dé así. No podés volver el tiempo atrás. Asumilo, aceptalo, superalo, transformalo. Todas tienen sentido, algunas más, otras menos, pero lo tienen. Porque no hay una respuesta posible. Porque como todo en este mundo, depende de la perspectiva, del contexto y del estado anímico con que se lo trate. La siguiente pregunta es ¿cómo llegamos a esos lugares que nos hacen preguntarnos el porque de las cosas? Está claro que siempre es mejor prevenir que curar. Pero ¿cómo aprender a prevenir sin heridas que curar? ¿Nos sometemos a heridas para hacernos más fuertes? ¿Nos sometemos para aprender? Sí. Porque tenemos el poder de elegir. Y elegimos el sufrimiento ante la tranquilidad. Elegimos las acciones que dejan marcas. Elegimos los caminos donde podemos dejar huellas. Elegimos. Siempre elegimos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario