13.11.16

Agua y vida

Lo atractivo o interesante de las metáforas es que no tienen forma definida. Adoptan la forma que cada uno quiera asignarle. Hay un núcleo que es constante, pero el grado de importancia de los hechos que se definen por una, varía cada vez que se la emplea en una conversación. No es lo mismo “remarla” porque no estudiaste lo suficiente para un examen y no podes evitar rendirlo, que remarla porque tu mamá se enojó y necesitas que se le pase porque si no, no vas a ver a tus amigos el fin de semana; tampoco es lo mismo remarla cuando te gusta alguien y la persona no está interesada; o remarla si sos abogado/a y tenés que demostrar que alguien es inocente sin las pruebas suficientes; o remarla cuando pasaste por una drogadicción y luchas contra eso todos los días.
No es lo mismo, definitivamente no lo es, pero se lo define con el mismo verbo. Porque “remar” ¿qué es? Google, da dos definiciones: “Mover los remos en el agua para hacer avanzar una embarcación” y “Trabajar con gran afán en una cosa”. La primera, se asemeja al concepto literal que llevo en mi cabeza, asociado a un bote. La segunda, podría definir la metáfora, pero no lo logra completamente. Porque hay que contemplar que cuando se rema en el agua, se está yendo en contra de la misma para avanzar, sin tener en cuenta si se va a favor o no de la corriente, e ir en contra de esta implica un mayor esfuerzo. Pero remarla en la vida siempre significa ir en contra de la corriente. Sin querer, introduje una nueva metáfora que bien podría ir de la mano con la que quiero desarmar, pero trataré de poner el foco en lo importante. Remarla, en cualquiera de los casos que mencioné antes o cualquier otro posible, requiere de un esfuerzo mayor al que usaríamos habitualmente para pasar por una determinada situación. Si hay que remarla es porque algo no funciona orgánicamente en la acción que estamos llevando a cabo. Significa que algo previo al momento de remarla, no funcionó como debería para que no tengamos que vernos obligados a remarla. Porque es así, cuando se rema es porque hay que hacerlo. Si podemos decidir si hacerlo o no, es porque no es fundamental como cuando queremos que la embarcación avance en el agua. Si estas en el agua, querés que el bote avance, hacia donde sea, pero que avance, no es una opción flotar esperando que la corriente nos lleve. Y cuando la remamos en la vida es porque no queremos que la corriente nos lleve.
¿Cómo diferenciamos el nivel de compromiso o dificultad que poseen los momentos en los que “la remamos”? Definiendo la sustancia en la que se lo hace. “La estoy remando en dulce de leche”. Nunca nadie remó en dulce de leche porque no existe socialmente como actividad y sin embargo, todos entendemos qué significa la frase. La mayor parte de la gente que alguna vez uso la expresión, probablemente jamás haya remado ni un kayak en su vida, como es mi caso, pero aun así, todos entendemos que significa y podemos imaginarnos la acción. El esfuerzo que implica o implicaría en el caso del dulce de leche, es completamente imaginable. Y retomando lo que comentaba al principio sobre las metáforas, me resulta un poco inquietante que sean tan concretas en su decir, tan explícitas en su literalidad, pero a la vez tan poco realizables en el mundo físico. Me preguntó ¿por qué no son realizables? ¿Por qué elegimos definirnos con cosas imposibles o alejadas de lo verídico? Teniendo en cuenta que lo verdadero son las cosas materiales que forman el mundo.
Después de remar en el agua, se llega a destino o se completa una vuelta en un circuito de competencia. En la vida, remar a veces no tiene punto final y hay que remar sin parar. Como en el caso que antes mencionaba sobre una persona adicta que logra salir de ese estado. Lo logra, como si emergiera a la superficie después de haber tocado el fondo, pero si no rema, o no nada, porque los remos de un bote se pueden comparar con nuestros brazos cuando nadamos, corre el riesgo de volver a hundirse, o si se encuentra en un bote, corre el riesgo de que lo lleve la corriente. Ahora, la metáfora le gana a la realidad, porque no podemos comparar el nivel de esfuerzo que implica remar muchísimos kilómetros, con remarla todos los días de tu vida para seguir conservándola.

Si me pusiese a hablar del tema con alguien que rema, porque practica canotaje o porque tiene una canoa, o porque vive en el río, probablemente encontraríamos similitudes y diferencias en el remar una embarcación a remar en la vida. Pero se me ocurre que tal vez, personas así no serían de las que usan la metáfora habitualmente, porque encontrarían más diferencias que similitudes entre los casos. Porque ellos sí conocen lo que es remar dentro del campo de lo material, físico del mundo. Entonces puede que se les dificulte elevarlo al plano espiritual en el cual le damos uso a la metáfora. Y reafirmo lo interesante que tienen las metáforas que decidimos implementar de la forma en que lo hacemos, justamente porque no las llevamos a cabo en su literalidad. Así que me da pena que puede que quienes reman en el agua, no remen en la vida, sino que simplemente se esfuerzan por llevar adelante situaciones difíciles. Porque utilizar metáforas para definir algo nos alivia, le quita peso a la acción que estamos llevando adelante, pero le suma significación. Tal vez todo esté relacionado con el alma que poseemos los humanos, pero para la cual todos tenemos diferentes propósitos. 

14.4.16

Danseuse

Hace dos días me reencontré con una parte de mí que creía casi perdida. Una parte de mí que me tenía enojada y dolida. Pero hoy me gusta poder decir que sigue siendo una parte de mí o que eso soy yo simplemente. Bajo lo efectos que se producen en mí en esas circunstancias, siento que soy verdaderamente yo. Y eso me duele. Me duele porque no puedo ser verdaderamente yo todos los días. Me duele porque extraño ser esa yo. Porque sin importar cuán enojada allá terminado con todo lo que implica ser esa yo, sigo siéndolo, y aunque en algún momento haya intentado negarlo, ahora me doy cuenta de que tengo que dejar de hacerlo. Esa yo es la que más me gusta. "Es la mejor versión de mí misma" y digo esto casi citando a una persona que quiero mucho que habla de las distintas personalidades que tenemos adentro y elegimos cuál usar para cada situación. O por lo menos la mayoría hacemos eso. Me gusta que esta sea la mejor versión de mí misma porque es con la que más cómoda, plena y feliz me siento. Nada en la vida me llena y me completa más que esos momentos en los que puedo ser así.
Me cuesta aceptar todo esto porque me esforcé muchísimo en encontrar otro lugar que me de lo mismo. Otro lugar que me haga así de feliz. Y encontré uno muy parecido pero no me es suficiente. Los sentimientos que me despierta no son comparables. Es un lugar que me muestra como soy, pero esa forma de ser no me hace vulnerable ante nada de lo que pueda pasar en ese espacio. El otro lugar, en cambio, me deja completamente descubierta. En alma y cuerpo. Saca lo mejor y lo peor de mí. Mis debilidades y mis fortalezas. Todo queda expuesto y eso es lo que tanto me fascina. Me encanta la idea de que exista un espacio en el que no hay máscaras. No hay forma de ocultar nada. Por eso es la mejor versión de mí, porque eso que siento, que hago, que muestro, es lo que soy realmente.
Me enfurece no poder controlar todo lo que ese espacio conlleva y esa es otra de las cosas que me dejan expuesta. No puedo tener todo bajo control. Es el único lugar en mi vida que no puedo controlar completamente.  Me resulta frustrante en algún punto y desafiante en un punto más amplio y constante.
No sé que va a pasar con esta parte de mí a medida que pasen los años, pero algo tengo que hacer para que pase lo que quiero que pase. En este momento tengo las emociones demasiado revolucionadas para pensar en algo coherente y posible pero ya se me va a ocurrir algo.
Lo único que sé es que nunca voy a dejar que esa parte de mí, esa versión de mí, se extinga, porque no creo que sea posible.


"Bailemos, que sino estamos perdidos".

17.3.16

Domingo

Domingo. Día de súper clásico Boca-River. Horario de súper clásico y yo en el tren. Leyendo, escuchando música, prestando la mínima y necesaria atención al exterior que se requiere cuando se viaja en transporte. Cuatro estaciones antes de la mía, el tren para y no vuelve a arrancar. En medio del tumulto apurado y nervioso de personas, una voz en el parlante dice algo inentendible debido a la mala calidad del aparato, pero deja en claro que ese tren no seguiría su recorrido. Logro acercarme a una persona de la empresa de transporte para preguntarle cuando llegaría el próximo tren con destino a Pilar. Me cuenta que hubo un accidente fatal a dos estaciones y que tardarían más de dos horas en volver a funcionar. Me recomienda tomarme un colectivo, le agradezco y me voy. Me comunico con mi papá, que me estaría esperando en veinte minutos en la estación de Pilar, para contarle la situación y esperando que me ayude a encontrar una solución. Tengo que remarcar que mis nervios estaban perfectamente ubicados en su lugar y mi paciencia parecía aumentar su tamaño cada vez más. Llegamos con mi papá al acuerdo de que me tomará un colectivo hasta algún lugar cercano a Pilar y él ahí me estaría esperando. José C. Paz. En ese barrio se quedó parado el tren. Un barrio en el que no estuve nunca en mi vida, no que yo recuerde. Ni siquiera sé si pertenece a algún cordón del conurbano bonaerense pero lo primero que pienso cuando salgo de la estación es “que mal que está el conurbano”. Cruzo una calle, teniendo que ignorar dos comentarios de dos autos que pasan por al lado mío y me acerco a un grupo de personas que por lo que pude observar estaban esperando un colectivo. Les pregunto si el 176 que va a Pilar para ahí y un señor muy amable me contesta que no y me indica en donde paraba el colectivo que estaba buscando.
Una vez en la parada, treinta personas adelante, a los pocos minutos veinte personas más, mis nervios empiezan a salirse de sus cómodos lugares cuando me toca escuchar a una señora de unos 60 años, en muy buen estado físico, quejándose de lo ocurrido. Esto era lo que decía: “accidente fatal me dijeron. No sé si fue un auto arroyado o un suicidio, lo único que sé es que me arruinaron la vuelta a mi casa.” Automáticamente, como si el hombre que estaba parado delante mío se hubiera sentido libre de decir lo que pensaba porque escucho a la señora, le dice a su pareja “anda a saber que pelotudo se habrá tirado debajo del tren.” Y entonces pienso “el egoísmo no tiene límite”. Porque es tan simple como eso. Una persona se acaba de morir. Una familia acaba de perder un miembro probablemente. Una persona acaba de atropellar a otra con un tren. Una persona tuvo el impulso de tirarse debajo de un tren por algún motivo que todos desconocemos pero no deberíamos menospreciar. ¿Y a usted solo le importa que va a llegar dos horas más tarde a su casa? ¿y vos pensas que el que se mató es un “pelotudo”? Estamos perdidos. Como sociedad, estamos terriblemente perdidos si consideramos que valen más dos horas de viaje que la vida de una persona. Una persona que llegó al punto de querer suicidarse porque no encontró otra opción para escapar de la horrible vida que seguramente le haya tocado vivir, y no haya decido vivir, como últimamente me está tocando escuchar decir que cierta gente elije la vida que vive. Y les digo que no, que no se elige y que muchas personas padecen vidas tan horribles que llegan a no soportarlas y terminan en suicidio. Fallamos completamente como personas si no pensamos ni por un momento en el otro, en vez de en nosotros mismos. Y lamentablemente es así. Es por eso que el conurbano está como está. Es por eso que el país está como está. Es por eso que tenemos el presidente que tenemos. Es por eso que los presidentes anteriores no hicieron todo lo que
prometieron. Es por eso que la gente se tira debajo de un tren. Porque estamos obnubilados por la visión de nuestro ombligo o a lo sumo de los ombligos de nuestro círculo familiar más cercano. Pero nadie piensa en nadie más que en sí mismo.
Un grupo de manifestantes, o un grupo de pelotudos como muchas veces se dice, corta una avenida porque es la única forma que encuentra de llamar la atención de las autoridades para que les den una solución a un problema que intentaron resolver de otras maneras y no tuvieron éxito. Y a vos sólo te importa que vas a llegar media hora más tarde a trabajar porque a tu jefe lo único que le importa es que no llegues tarde para cumplir a tiempo con las tareas que te encomendó para que a fin de mes le cierre el número de ganancias que va a tener. Plata que va a gastar en su bienestar y el de su familia seguramente, pero ni sueñes en que vaya a invertirlo en aumentarte el sueldo, aunque seguramente lo merezcas. En esta situación podríamos decir que tu jefe es el pelotudo entonces, porque te está cagando probablemente, como decimos en criollo. Pero no, el pelotudo sos vos, que te dejás cagar y encima insultas a la gente que no se deja cagar por tipos como tu jefe y peores, y que por eso corta una avenida. Entonces, putea al pelotudo que no se hace cargo de lo que debería para el bienestar de las personas que tiene bajo su responsabilidad. Putea al pelotudo/a que elegiste para que lleve adelante la ciudad y el país en el que vivís. Pero no lo/a aplaudas cuando reprima a los manifestantes porque ahí te estarías mirando el ombligo otra vez. Porque sólo te importaría que los saquen del lugar por el que transitas para que sigas siendo el pelotudo que cumple las reglas del lugar en el que trabaja al pie de la letra sin que le reconozcan el mérito ni siquiera.
Entonces, dejemos de ser pelotudos. Dejemos de llamar pelotudos a los que no lo merecen. Y no dejemos que los dirigentes de nuestro trabajo, nuestra institución educativa, o mismo de nuestro país, se sigan haciendo los pelotudos. Hagámonos cargo cada uno de lo que tiene que hacerse cargo y miremos un poco más a las personas que tenemos al lado, adelante y alrededor, y no nos olvidemos que somos todos iguales a la hora de ser cagados por los pelotudos más genios que existen. Los pelotudos que elegimos como gobernantes. Y porque somos todos iguales, deberíamos poder darle una mano a quien la necesite, ya sea con un acto físico o simplemente moral. Deberíamos poder solidarizarnos con el otro. Seamos inteligentes, pero seamos inteligentes todos juntos.

PD: esperé el colectivo media hora, llegue al punto de encuentro con mi papá cuarenta minutos después, y terminé llegando a mi casa una hora y media más tarde de lo que había planeado, y sin embargo no se me ocurrió putear al “pelotudo” que se tiró abajo del tren. Así que si yo pude evitarlo y en su lugar hice esta reflexión, creo que todos podemos y deberíamos hacerlo.

27.2.16

Tres palabras.

Nos separan cuatro horas, veintiún grados y nueve años, pero algo que no sabemos nos une. No sabemos que es, pero lo sentimos. El saber se confunde con el pensar o se relaciona, no estoy segura. Pero así como sé que no es algo que pensamos, sé que es algo que solo sentimos. Use las mismas tres palabras en cuatro oraciones. Saber, pensar, sentir. A veces solo sabemos porque lo sentimos, pero necesitamos pensarlo para saberlo completamente y por ahora creo que no queremos saberlo, por todas esas cosas que nos separan que además no son las únicas.
No logro imaginarnos dentro de unos años. Últimamente me cuesta imaginar los años que vienen. No sé si será porque antes no me costaba nada y ahora soy realmente consciente de lo difícil que es o porque de verdad es difícil y antes no me daba cuenta.
Sos de esas cosas que me gusta soñar pero por lo lindo que es soñar y no porque realmente me gustaría que fueran reales. Porque existen esas cosas que nos gustan que queden en los sueños, que no se mezclen con la realidad que vivimos o conocemos por miedo a que se arruinen.
Me encanta todo lo que llegamos a compartir. Y es esa la forma de describirlo, que me encanta. Porque logras sacar mi mejor lado, mi mejor versión de mi misma cuando te tengo cerca o te siento cerca. Creo que es la mejor versión de mi misma porque pocas personas logran ponerme en ese lugar y cada vez que me pasa registro lo cómoda y feliz que me hace sentir.
No te extraño porque nunca lo hice y es raro pero el cariño que nos tenemos no llega a despertar el sentimiento de extrañar. En ninguno de los dos, de estoy re segura y me deja tranquila. Es curioso, porque sos de esas cosas que me gustaría nunca perder en la vida y siento que así va a ser, pero no te extraño. Será por eso que no te extraño. Porque se que siempre estuviste y vas a estar a la misma distancia, fuera de la distancia física real que nos separa en este momento.
Tu vida me da curiosidad, no sé que haces de tu día a día, no sé que haces cuando te ves con tus amigos, no sé como te comportas con otras personas, no sé que se te cruza por la cabeza en otras situaciones que no sean las que compartimos y estoy segura que no sos sólo eso que veo de vez en cuando, porque yo tampoco soy sólo eso que ves de vez en cuando. Insinuas tu forma de ser, me lo contás entre chiste y chiste, pero no me es suficiente. Y acá es donde no sé si quiero que dejes de ser un sueño, en cuanto a lo que puedo entender que sos y como me imagino que sos, o si quiero saber quien sos realmente. Tal vez por miedo a que seas sólo esto que conozco, sin ningún secreto, o porque seas algo completamente diferente y este seas ese vos que mostrás cuando conoces a alguien sólo por un día. Ese ser que tenemos todos adentro, que solemos llamarlo "primera impresión". Pasar esa etapa después de conocer a alguien nos deja decir si tuvimos una buena o una mala "primera impresión", pero yo reconozco que mis primeras impresiones siempre son diferentes a la persona que después termino de conocer porque son exactamente eso, algo que nos impresiona, que nos sorprende, que nos encuentra desprevenidos y se instala en la descripción de una persona. Catalogar después de una primera impresión es conocido como prejuzgar, pero a mi me parece bien y me gusta hacerlo porque me va bien la idea de que podamos equivocarnos en como creímos que era una persona a primera vista o emocionarnos por sentir que desde un principio nos dimos cuenta de como era. Y ahí está la idea mayor. Darse cuenta. Eso nos ata a la realidad. Nos saca de los sueños, nos saca de las "primeras impresiones", nos arruina una idea, ya sea haciéndonos un favor o haciéndonos sentir que es lo peor que nos está pasando.
Me di cuenta de que algo teníamos después de que vos te diste cuenta, o fue casi al mismo tiempo porque no tardamos en hacerle entender al otro que nos habíamos dado cuenta. Todo lo demás, vino por simple inercia. Cuando te das cuenta de algo, no podes omitir lo que sigue a eso, ya no podes dejarlo pasar como si justo hubieras estado distraído para notarlo porque ya está. Una vez que te das cuenta, no hay vuelta atrás. Y si no hay vuelta atrás, mejor enfrentarlo. O no. A veces es más divertido esquivarlo mientras cada vez más aceptamos que ya nos dimos cuenta. Porque darse cuenta le da intensidad a eso de lo que nos damos cuenta. Y vivir la vida intensamente es lo mejor que podemos hacer. Ahora y siempre. Así que cuanto más nos quedemos en el darnos cuenta sin resolverlo, siempre y cuando sea algo bueno a lo que nos estamos refiriendo, más entretenidos y divertidos vamos a vivir, sin dejar de soñar, sin dejar que la realidad se lleve todo por delante, despojándonos de todo material para imaginar.

19.2.16

Digamos que está mal.

Es la primera vez en dieciocho años que me toca ser parte de un evento así. Recién hoy, puedo entender y sentir el dolor que sintió mi familia cuando yo tenía tan solo tres semanas de vida y mi abuelo se fue. Y creo que ni siquiera llego a sentirlo porque lloro por esto, pero no siento que tenga derecho a hacerlo, porque si yo lloro y si a mi me duele tanto, no me puedo ni imaginar el dolor que sienten su esposa, sus hijos, sus sobrinos, sus nietos y toda su familia y amigos en este momento. Miento. Me lo imagino. Soy capaz de multiplicar por diez, por cien y por mil lo que siento y me parece completamente injusto que una persona tenga que soportar tanto. Soportar tanto y ni siquiera poder expresarlo porque esa fue la sensación que tuve ayer cuando fui a despedirme y ni siquiera me animé a tocarlo porque sentí que no me correspondía. Casi nadie lloraba. Tal vez porque ya se habían cansado de hacerlo, tal vez porque todavía no podían aceptar que eso fuera real. Tal vez porque no se sentían cómodos de hacerlo delante de tantas personas y esa es la parte que más me irrita. ¿Por qué generamos un ritual público ante la persona fallecida? ¿Por qué no podemos encerrarnos a llorar en paz y solos cuando es lo único que queremos? ¿Por qué torturarse ante las miradas conocidas teniendo que aguantar lo que realmente nos pasa en el interior? Esas fueron mis primeras preguntas y mis primeros sentimientos cuando entre a esa casa de velatorios y tuve que saludar uno por uno a sus familiares. No sabía que cara poner, que preguntar o decir porque creo que nada en esos momentos te puede hacer sentir mejor, nada. La costumbre de contestar "bien" a una pregunta real y sincera sobre como está una persona, me enoja. Tendríamos que poder decir "mal" y que nadie nos juzgue por eso. Hay que poder decir como nos sentimos, y no contestar automática y protocolarmente en una situación de esa magnitud.
Mientras la gente iba llegando y los minutos iban pasando, me sorprendía de como los personajes de la familia seguían teniendo ánimos para reírse de esto o aquello, para recordarlo de la mejor forma y para reconfirmar al buen hombre del cual nos estábamos despidiendo. Su constante fortaleza espiritual, su bondad esparcida entre todos sus seres queridos, su forma de hacer sonreír a cualquiera que le hablase no más de dos minutos y por sobre todas las cosas, sus ganas de vivir y seguir viviendo en la hermosa familia que hace muchos años atrás logró construir junto con su hermano. Creo que si me hubiese tocado tener que soportar su partida también, mi corazón no sería el mismo que tengo hoy. Porque yo llegue tarde a ser parte de esta familia, llegue más tarde que todos, y sin embargo me abrieron sus corazones dándome un lugar tan cómodo que con tan solo diez años lograron que hoy me sienta como me siento. Mal. Y lo escribo, porque decirlo no esta bien o pareciera que es así porque nadie lo dice. Nada de esto esta bien. Entonces hay que decir las cosas como son. Las cosas están mal, me siento mal, está mal que una persona buena y que goza de buena salud se vaya de un día para el otro. Ley de la vida, ¡las pelotas! No me importa cual sea la ley de la vida, esta mal. Habiendo tantas personas malas en el mundo, que no merecen ni un minuto más en él, les toca irse a los que menos deberían y a los que más ganas tienen de quedarse. No quiero ni pensar en esas ridiculeces que dicen que uno viene a esta vida con un propósito y se va de ella cuando lo cumple, porque ahora no tienen ningún sentido.
Hoy fue un poco diferente. Por lo menos unos más se permitieron mostrarse mal, no decirlo, pero lo expresaron con sus lagrimas y sus caras por lo menos. Y otra vez, mi culpa de mostrarme mal fue más grande. Más tarde me permití dejar de sentirme culpable y aceptar que él logró que mi cariño llegase a desembocar en este dolor y eso sí esta bien. Lo único que esta bien es que todo el amor que brindó y recibió en sus casi ochenta y siete años ahora se vea convertido en dolor. Por lo menos por un tiempo, hasta que la herida logre sanar. Hasta que su ausencia no se sienta tan profunda porque al final eso es lo que pasa. Siempre pasa.
Pero me duele y me duele pensar que este es solo el comienzo y que no se, ni me quiero imaginar de cuanta gente me voy a tener que despedir en la vida. Se que va a doler mucho más que esto y no se cuan fuerte soy o voy a ser para soportarlo.
Llego a conclusiones, siempre después de esta clase de cosas, llego a conclusiones. No tengo miedo de que me pase a mí, porque una vez que pase va a pasar y listo. Tengo miedo de lo que pueda llegar a sufrir la gente que me rodea. Tengo miedo de que el tiempo que pase hasta la próxima vez que me toque pasar por algo así no sea suficiente para recuperarme. Voy a evaluar bien la situación antes de ir a un velorio otra vez. Me parece un escenario horrible. Tener que saludar a todo los presentes, hablar como si nada o como si algo, que sus más allegados no puedan estar simplemente tranquilos como lo necesitan. Creo que no sería capaz de llegar a cabo uno. No soportaría a la gente, no querría ver a nadie, no querría hablar con nadie. Simplemente me gustaría estar al lado de esa persona, llorando y terminando de despedirme en silencio.
Ayer me tocó despedir a un tío abuelo político. No quiero saber quien va a ser el próximo.